El lunes, cardiólogo; el martes, en el centro de salud para auscultar esa recurrente mucosidad; el miércoles, sesión con el fisio; el jueves, pruebas de imagen en el hospital; el viernes, podólogo… Y en la comida familiar del domingo la nuera médico hace un diagnóstico apresurado sobre ese inquietante bajón anímico, porque “vemos a papá un poco desanimado”.

Lo raro sería que papá estuviera como unas castañuelas, y no solo porque la reiteración de consultas de salud del  médico geriátrico en Valencia centro  revelen que tiene muchas teclas. No, lo que más agota y hace decaer el ánimo de este anciano es cumplir con esa agenda extenuante que no le deja descansar y relacionarse con gente que no usa bata. Y tras cada visita, unas pastillas diferentes, unos ejercicios nuevos, los enésimos consejos y recomendaciones sobre alimentación, hábitos domésticos saludables…

Bien, quizá hemos exagerado en la descripción del caso, pero muchos mayores tienen una percepción de su vida que se le acerca bastante. Por un lado, es inevitable frecuentar a al  médico geriátrico en Valencia centro  porque damos por supuesto que ayudan a curar o a convivir con las enfermedades. Por otro lado, los hijos solo quieren que sus padres vivan bien y por mucho tiempo. ¿Cómo podemos aliviar esta dependencia asistencial? Cuidando a nuestros mayores -también- fuera de la agenda médica: en el ocio, en la compañía, en la conversación, con la cercanía de los más pequeños de la casa… Y con los caprichos, claro que sí.